El verdadero precio que pagamos por las archi-usadas toallitas húmedas es descabellado y pasa por la descontaminación de las aguas que significan casi mil millones de euros por año. Es un muy elevado gasto y está afectando a todos los que vivimos en la UE.
Lo cierto es que podemos prescindir perfectamente de este lujo innecesario porque el agua y el jabón han sido siempre los mejores compañeros de la higiene del bebé y además significan un buen ahorro. Para hacerse una idea tengamos presente que tan solo en la tierra española se vendieron más de 40 millones de paquetes en el año 2014.
Al perjuicio que ocasionan éstas debe añadirse ahora las nuevas variantes de toallitas semejante a las de bebés; las toallas de desmaquillar el rostro, las que se venden para uso personal, para despolvar los muebles o para otros usos como repasar los cristales de las gafas.
Lo que pasa es que estos artículos de limpieza no se deshacen, una vez que están en los caños cloacales, como ocurre con el papel higiénico. En su arrastre se van deshilachando hasta formar redes que juntan otros residuos y generan obstrucciones importantes, taponeando las cañerías.
Con esta información lo que se pretende es que no sea necesario llegar a medidas represivas que involucren multas y sanciones a los que comentan tal imprudencia. Esperemos ser conscientes y, entre todos, cuidar lo que es de todos.
La información reflejada en este artículo es de fecha 19-08-2015. La casi totalidad de contenidos sobre los que informamos los organizan terceros y por tanto son ajenos a nosotros. Eso hace necesario que, al visitarlos, compruebes si las condiciones que existen en ese momento en sus medios de difusión siguen siendo éstas.