La mirada de este fecundo y crítico sociólogo polaco sobre el sistema de vida contemporáneo, deja ciertamente al desnudo las flaquezas de esta sociedad de consumo y las dificultades de poder escapar a la vorágine de la compra de artículos innecesarios en un mundo que corre por esa senda.
Cuando sabemos que la producción de un territorio responde a la demanda de dicha producción debemos recordar que, interpretando a Zygmunt, la misma se conforma por tres bloques diferenciados:
- El desembolso público en bienes y servicios,
- La inversión de privados y
- El consumo propiamente dicho
Es necesario, para el autor, despejar el término y comprender cómo es que el consumismo desempeña un rol funcional importante en el mundo capitalista y cómo ha sido estimulado por la naturaleza egoísta e inmediatista del ser humano en pos del llamado sueño norteamericano.
Este sueño puede ser bien el prólogo de una pesadilla cuando la desproporción del imperativo espíritu mercader se confabula con el poder político convirtiendo a las personas ya no en el fin social si no en un medio de hacer riquezas.
La lógica de la economía y su fiebre por estimular el consumo lo determina la realidad donde se observa que al aumentar el consumo de un país, crece también la demanda de producción y ésta debe aumentar. Así es como se necesitará más mano de obra y subirá el empleo y los jornales dándole un impulso a la economía y mejorando el nivel de vida medio.
Con esta mirada, y tras recordarnos que, desde los albores de la modernidad, ha sido el crecimiento económico la prioridad número uno, el sociólogo y filósofo europeo, pone de relieve que se ha perdido el norte al transformar un recurso económico prácticamente en una religión. En ella, la explotación y las desigualdades son entendidas como inevitables y la marcha, al ritmo de un progreso que demuestra no serlo en otros ámbitos tan o más importantes, va socavando los valores y deteriorando la calidad de vida de enormes poblaciones.
A esta realidad Posmoderna la llama La Modernidad Líquida y no es sino una consecuencia del capitalismo. Así lo expresa Zygmunt Bauman cuando menciona esa necesidad del siglo XX de producir un cóctel de consumos masivos para su propia gestión consumista. Volcándose la posibilidad de este tipo de consumo antes de lujo a las clases menos favorecidas mediante el marketing y las ciencias de la propagación de necesidades ficticias.
El concepto de Modernidad Líquida viene asociado a ciertas propiedades que tienen los líquidos y que guardan analogía con la mentalidad del sistema imperante. Los líquidos no conservan su forma, por lo que la semejanza tiene que ver con una sociedad regida por un consumo cambiante. Además de que no pueden fijarse en el espacio se degradan rápidamente y esto es lo que apunta a la condición fluctuante y «chorreante», difícil de sujetar, como lo es también de escurridiza nuestra sociedad actual.
En este contexto, explica el autor, las personas son también impalpables e inconsistentes porque este tipo de sociedad obliga incluso a licuar la personalidad para que los individuos se adapten a las condiciones del mercado y no al revés.
Cabe señalar, sin embargo, que Bauman no contrapone solidez y liquidez sino que las comprende como condicionamientos que se retroalimentan para formar un tejido dialéctico en el presente.
Finalmente, extractando al máximo la propuesta de este pensador, podemos decir que no aconseja ni el sólido sistema social de la época Moderna ni la líquida consistencia de la posmodernidad sino más bien una sociedad flexible capaz de trascender a ambas.
La información reflejada en este artículo es de fecha 18-08-2015. La casi totalidad de contenidos sobre los que informamos los organizan terceros y por tanto son ajenos a nosotros. Eso hace necesario que, al visitarlos, compruebes si las condiciones que existen en ese momento en sus medios de difusión siguen siendo éstas.